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martes, 22 de julio de 2008

La generación ESVOC

Tenía apenas 11 años cuando tomé la decisión más trascendental de mi vida, postular a la “Escuela Vocacional”. Tenía implicaciones importantes, primero ir a una escuela con régimen educacional mucho más exigente, becado que significaba pasar la semana fuera de mi casa, y además trabajar en el campo de forma obligatoria todos los días en la sesión contraria a las clases, hoy sería considerado trabajo infantil y la UNICEF se encargaría de reclamarlo. No sé si podría evitarlo.

¡Que fuerte!, tengo una hija de 11 años y creo que jamás la dejaría salir de la casa a educarse sin tener el control de lo que hace todos los días y a toda hora, ¿habrán cambiado tanto los tiempos, o será que Cuba es un caso especial de país?.

Recuerdo el día del examen de postulación, casi todos los niños que estaban en sexto grado querían entrar. Nos sentaron en el patio del colegio en una silla de paleta, bien separados unos de otros, la competencia era feroz, eran 30 cupos para todo un municipio. Pasé el examen, quedé en segundo lugar, fue la segunda gran meta de mi vida lograda, la primera había sido ser ¡Pionera¡.

Llegó el gran día, comenzaban las clases, salí de mi casa con 11 años, 64 libras de peso (aprox 30 kilos) un maletín que pesaba 30 libras y una gran tarea, debía tener un rendimiento por sobre la norma, de lo contrario tenías que salir del colegio, trabajar en el campo y aprender a vivir sin mis padres al lado. Para variar mi papá me decía que no me contaminara mucho con ideas comunistas, que me centrara en las clases, es como decirle a un niño que va a un colegio católico que no crea en Dios, ¿cómo pude entender tan pequeña?, por eso el resto de mi vida no hubo meta imposible.

Llegamos al punto de recogida a esperar un bus que nos llevaría a la escuela. Éramos 30 niños vestidos de azul, con corbata y todo, a la mayoría no los conocía, venían de diferentes escuelas, parecíamos corderitos asustados y no dimensionábamos que viviríamos juntos los 6 años restantes de nuestras vidas, quizás los más importantes, eran una nueva familia. Salió el Bus y los padres quedaron en el parque con la mano alzada y un lago de lágrimas debajo de sus pies, los niños agitábamos las manitos por las ventanas del bus y nos mirábamos buscando el próximo amigo.

Mis papás se montaron en su auto, salieron detrás del Bus hasta la escuela, tienen que haber tenido una gran fortaleza para no pararlo y bajarme, llegamos a la escuela que se estaba estrenando con nuestra llegada, nos bajamos en un mar de niños iguales, nos hablaron del privilegio de ser elegidos para estar allí y comenzó la etapa más importante de mi vida, entramos niños y salimos jóvenes, la escuela impregnó en nosotros un carácter y forma de actuar que nos marca de forma muy similar, hoy comparto con ex compañeros de colegio y me asombro de lo parecidos que llegamos a ser. La vida en la escuela, lo bueno y lo malo, será tema de varias crónicas que necesito escribir y compartir con los de la generación ESVOC, ¡que manía de ponerle siglas a todo!.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hey anita felicidades por tu blog, escribes bien, leerte es refrescante, sigue asi, saludos

Anónimo dijo...

Anita:

Soy un chico "ESVOC" y no sé si odiar o amar a esa escuela. Tal vez debo separar las cosas, algo bueno nos dejó, de eso no me caben dudas.
Espectacular tu blog: refrescante, serio, y lo más importante, sin rabia... Me cuesta encontrar visiones críticas de Cuba matizadas por la madurez y la frescura... Hs logrado la combinación perfecta