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viernes, 18 de julio de 2008

Lo del cubano con la comida es una patología hereditaria e incurable.

Si bien mis padres cada vez estaban menos de acuerdo en términos políticos, en temas educacionales si lo estaban y era buscar la mejor opción existente, fuera donde fuera, era un tema de salvación. Así fue como mi hermano con solo 14 años fue a dar al IPUE- Instituto Pre-Universitario Especial- "Raúl Cepero Bonilla" en La Habana, este colegio perseguía el fin de formar una elite profesional científica para Cuba, era interno, los jóvenes salían los sábados al mediodía y volvían el domingo.
A partir de ese momento mi mamá vivió un fin de semana en la casa y otro en La Habana cargando comida para mi hermano, una vez al mes íbamos todos, me encantaba ese viaje, era por la carretera central y duraba como 6 horas, el deterioro de la gran obra ya era notable, mi papá la vió construir y cada viaje a la Habana nos hacía el mismo cuento, dolido de como estaba se conocía los hoyos de memoria. Los pueblos de Cuba que existen en la carretera central son muy pintorescos y parecidos, todos tienen la terminal de ómnibus, las cafeterías, servicentros y los famosos elevados, ¡que obra los elevados¡, se construyeron en el año 33 y todavía resisten erguidos la mayor cantidad de toneladas que le pasan todos los días.
La idea del viaje era pasar el fin de semana con mi hermano, que estaba viviendo un régimen educacional fuerte y además que comiera todo lo que quisiera, que se llenara como para 15 días más, hasta que mi mamá volviera a rellenar, ¡que lucha la del cubano con la comida¡, creo que ya eso se ha convertido en una patología hereditaria e incurable, no se cómo no le ha salido otro estómago para guardar, cuando el cubano ve comida aprovecha para cuando no haya, yo aún no me curo de la enfermedad, me asusto de abrir el refrigerador y verlo vacío, siendo que basta con ir al supermercado, no puedo esperar al otro día, tengo que buscar comida y ahí puedo dormir en paz.

Mi mamá le llevaba todo tipo de comida duraderas, con proteínas para el cerebro, según ella decía, a veces parecía que abastecía toda la escuela, ¿como tanto?, decía mi papá, mi mamá reclamaba, es que está estudiando mucho y creciendo, y yo preguntaba de ingenua, ¿y en tu escuela no te dan comida?, todos me miraba como diciendo, ¡pobrecita, que inocencia¡.
El fin de semana lo pasábamos en un hotel, mi hermano llegaba directo al restaurant y salía para dormir e ir a la Piscina, hasta que llegaba el domingo en la noche y lo dejábamos en la escuela, no sé si mi papá sacó la cuenta alguna vez, pero aquello tiene que haberle costado una fortuna, yo disfrutaba, todos los meses íbamos a un hotel de La Habana, cuando todavía eran solo de 1era categoría y podían entrar los cubanos, después cuando agarraron estrellas se elevaron mucho y ya los cubanos no se merecían tanto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No les ha salido otro estómago para guardar comida, pero sí una jaba en la mano. Es un toque marsupial, como los canguros.